Acabábamos de salí desde el Lago Vichuquén, estábamos a penas almorzados después de tan largo martirio que fue el tramo de laguna Torca, por lo que decidimos saltarnos todas las detenciones para llegar a Constitución, y asi fue. 

Pasamos muchas horas y estando de camino tocó llegar a un sector lleno de bosque, de intemperie, e incluso de falta de luz, ya que llegamos desde el norte, por un desvío que tuvimos que tomar, por cierre de la ruta que teníamos en mente.

Al final, estábamos justo donde no queríamos estar: Corriendo por llegar lo más temprano que se pudiera, debido a que con el cambio de hora se oscureció a eso de las 8 de la noche, y no habíamos reservado Hotél, mas reservamos por AIRBNB 😅 y había horario límite para llegar.

Hablamos con los chicos del Hospedaje, y acordamos poder llegar a las 10, tras un largo camino de incertidumbre. Una victoria como la de San Fernando.

Luego de 5 horas de camino, de hermosos lugares, y de correr como condenados, llegamos a Constitución, y era una localidad irreconocible.

Después de 12 años y un terremoto, nada era igual; Supermercados de cadena, el centro con altos edificios, y compañías con sedes en la zona.

Nos dedicamos a acomodarnos para dormir y terminamos el dia, finalmente al otro día había mucho que recorrer.

Así nos preparamos para el día 3 de esta aventura, y como es la tónica en estos Viajes, salió mal 🤣 

Nos despertamos a medio día, tras ese estresante camino del día 2, alcanzamos a sacarnos un par de fotos y nada mas. Disfrutamos un tanto la playa y partimos de vuelta a Santiago, al rededor de las 1 de la tarde (usted no aprende, verdad?).

Un viaje de 6 horas por Ruta 5 se convirtió en uno de 11, por el taco del fin de semana largo. No hubo caso en poder apresurar el paso, ni intentar adelantar por algún lado, no cabía un alma en esa carretera.

Nos devolvimos con un sabor amargo, tan bello lugar y solo pernoctamos ahí. No digo que fue el mejor viaje, mas se puede decir que fue un viaje de transición o reconocimiento. Me encanta Conti, la perla del Maule, pero no pude hacerle justicia con este viaje. Prometo que la próxima vez será mucho mejor.

En Honor a mi Abuela María Torres Farfán, quien fallecería 4 días después de este viaje, y quien me enseñó que no importa la edad que tengas, siempre se puede viajar, aunque cueste.

Habíamos pasado tremenda aventura, el hambre apareció apenas tocamos asfalto, ya que dejamos la tensión de lado y el cuerpo se relajó. Decidimos no pasar a Llico, y seguimos derecho, teniendo la consigna que siendo un lago tan reconocido, como no iba a tener un local para comer 🤷🏻‍♂️ así que seguimos solo con tremenda apuesta y un tramo cercano a los 15 minutos. 

Luego de unos minutos, pudimos apreciar el verde de los caminos, arboles frondosos por todo el camino, casas de campo, y ambiente idóneo para descansar la vista. 

Yendo por un camino de una pista por sentido, vimos un pequeño espacio con una variedad de negocios, y me dispuse a detenerme. Veo que decía claramente “Boulevard Vichuquen” y claramente me di cuenta que no había gente de pueblito.

Entramos y era todo muy bonito, pero con un público objetivo de alto nivel adquisitivo, había un club de yates (si, tampoco lo creí a la primera) y gente que cruzaba en yate el lago para comprar un helado. Pasamos a un local y almorzamos (para nuestra sorpresa, más barato de lo que creímos para el sector) más todo era muy raro e incómodo, o al menos para mí lo era.

Descansamos lo que más pudimos y salimos adelante hacia nuestro destino. Constitución nos esperaba, y el tramo aún era muy largo como para perder más tiempo.

Constitución era un destino el cual añoraba mucho, ya que fui desde niño y hasta antes del terremoto de 2010 fui muchos años seguidos, más hasta este día no había podido volver. 

Mi emoción era muy grande, pero no sabía lo que me esperaba…

Tuvimos que salir volando de Pichilemu, nuevamente el salir tarde se hacía presente, por lo que no debíamos perder ni un solo segundo a un viaje de aproximadamente 6 horas, a eso sumarle las detenciones de almuerzo y once, fácilmente hablamos de 8 horas, pero no me quiero adelantar.

Como siempre tomamos caminos interiores, los cuales son más hermosos y llenadores en cuanto al sentir se refiere. Más para salir de Pichilemu hacia el sur había que tomar camino a Punta de Lobos, lugar que ya a las 12 del día estaba con un taco de aquellos que solo había visto en Santiago (imagínate Ruta 5 entre Rondizzoni a los héroeslas 8 am, o 10 de julio intentando doblar hacia los héroes a la misma hora) un taco que no las motos pueden avanzar, horrible…

Pasaron 40 infernales minutos y el reloj marcaba las 13:00, pasamos lo peor (hasta ese momento) y el destino aún marcaba a 6 horas, así que pusimos manos a la obra! 

Avanzamos cual viajero con ánimos de aventura éramos, raudos en nuestra misión, y sin equivocarnos lleganos a Cahuil, y las Salinas de Lo Valdivia, dando paso a salir de la Sexta Región y entrando con todo a la Séptima. Sin Vacilaciones seguimos un letrero que nos decía “Ruta de la costa” y con toda emoción seguimos, 

Fueron curvas increíbles y llenas de verde, que de la nada, se corta. El GPS nos indica que debemos tomar una desviación: un empinadisimo camino de tierra, que tiene claras señales de tierra suelta, y yo con neumáticos de calle.

Pasaron unos 10 minutos de pensar si nos devolvíamos o seguíamos el camino que nos indicaba el GPS, Waze nos indicaba seguir o devolvernos con 5 minutos de diferencia entre una y otra ruta, pero si seguíamos el camino que teníamos en frente, era un recorrido de 40 kilómetros, mientras si nos devolvíamos, llegábamos a la Ruta 5 por 10 minutos y nos devolvíamos directamente al final de los 40 kilómetros, pero recorriendo 110.

Pensando que era una estupidez demorarnos una hora en 40 kilómetros, optamos por seguir el camino que teníamos en frente, y se dio paso a la gran aventura de este día.

Partimos con el primer desafío, subir ese sector empinado, con tierra suelta, con hoyos y una que otra roca, más estaban en las orillas del camino.

El deseo estaba presente, el gusto por los caminos de tierra lo tengo a flor de piel, más la inexperiencia pasó la cuenta: Comencé a resbalar y el instinto llamó a frenar (🤦🏻‍♂️) más  en esas situaciones lo que uno debe hacer es bajar marcha y acelerar (se derrapa un poco y se sale de la situación incómoda) más no pasó a mayores.

Una vez detenidos seguimos nuestro camino hacia la maceta de la subida, y seguimos sin mayores complicaciones, el camino fue muy similar al del embalse el yeso, en el tramo bueno, el camino bien compactado y parecido a lo que fuera maicillo, muy buen estado, hasta que llega la segunda subida, más empinada que la anterior, y le puse ganas.

Desafiamos el camino con una moto de 190, con dos personas arriba y una mochila de repartidor más que repleta, no daba más de peso y aún así subió esa empinación del demonio. 

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Un 65%

Nos encontramos nuevamente con tierra suelta, y apareció otra vez la inexperiencia en este tipo de caminos. Volví a intentar frenar pero esta vez sin éxito. La moto se ladeo y caí al polvo que asemejaba la textura de la arcilla.

Levanto la moto y mi pareja, quien me entero que salto hacia atrás para no caer y fue quien ladeó la moto (🙄) me pasa algo plomo diciendo: “Esto se callo de la moto” 

¡ERA EL REPOSAPIÉS DERECHO DEL CONDUCTOR!

Mi motito me había dicho que no era inmortal, y me indicaba claramente diciendo que tendría un resto de viaje horrible.

Volví a montar la moto y seguimos adelante, ya estábamos en esta, por lo que si subimos tanto el resto debía ser planicie y/o bajada, y así fue.

Terminamos las subidas y comenzaron las bajadas, y es en este momento cuando comenzó el entendimiento, y el disfrute.

El camino es un verdadero sueño, encanto, y belleza. Es un camino de tierra en medio de un bosque, que se combina los rayos del sol con el canto de las aves autóctonas del lugar, si bien fue una hora de camino a prácticamente 35-40 km/h si me preguntas si volvería a hacer esa ruta, te diría que sin lugar a dudas lo haría. Solo mejoraría los neumáticos.

Luego de unos 20 minutos de camino en perfecto estado llego lo inevitable, las corrugaciones en el camino que hicieron el resto del viaje una verdadera tortura: Un pie colgando, una moto no preparada para caminos de tierra, suspensiones cortas, y camino de tierra corrugado de escasa separacion… la tormenta perfecta.

Si bien el paisaje maravillaba más a cada kilómetro recorrido, las condiciones de cómo iba no eran las que hubiese querido, fue un momento tortuoso en el que solo quería que terminara lo más pronto posible. 

Dentro del bosque veo un letrero, con una entrada ya cuando se estaba acabando el camino según Waze, más estábamos con tantas ganas de acabar esa tortura, que seguimos de largo. Y finalmente, luego de 10 minutos pasados el letrero vemos un lago, casas, y ASFALTO! nuestra alegría fue total, nos detuvimos para descansar mentalmente y un señor en una casa nos hace señas. Fuimos hasta allá, y se metió a su casa mientras nos acercábamos, pero no nos dimos cuenta.

Estábamos sin entender que había pasado, el señor había desaparecido y de la nada vuelve a aparecer, cual premio de videojuego por haber pasado una etapa de jefe, nos regala un six pack de cerveza. Hasta la fecha ha sido la experiencia de viaje que más me ha gustado, tanto por las vistas, las anécdotas, y por el final, que si bien no pude beberlas ahí mismo como ameritaba la ocasión, el viaje continuaba, y no faltaba poco, como para hacerse el loco.

El viaje contemplaba la Visita a Llico, (30 km hacia la costa aproximadamente) pero después de esa aventura nos pusimos como objetivo llegar a nuestro destino lo más directo desde ese remoto lugar, y así fue. Seguimos nuestro Viaje de Pascua hacia nuestro destino, y nos llevamos una gran aventura que estoy seguro contaré hasta anciano.

Salimos de Santa Cruz con destino Pichilemu, así que nos apuramos en tomar la Ruta 90 y de lleno a adentrarnos es en esa mezcla de bosque, con carretera y mar, hacía tierras ya conocidas.

Después de un largo tramo de reencuentro, aparecen los sectores tan anhelados para reencontrarse. Pichilemu hacía su aparición con todo su esplendor. 

Las playas tal y como las recordaba, el paseo nocturno tal y como lo esperaba, y los espacios igual de amables y amigables como uno puede suponer. Era todo lo que uno espera de un sector para distraerse, descansar y que la mente se relaje. 

Esta vez era para quedarse, no para huir contra el tiempo, por lo que era la oportunidad para hacer todo lo que no hicimos la vez anterior. Llegamos al alojamiento y disfrutamos, del sector a más no poder, hasta paseo nocturno por la orilla de la playa hubo! Fue genial la estadía, la gente y el descanso. Dormimos todo lo que se pudo en ese momento y todo fue fantástico, hasta que despertamos, y nos dimos cuenta que había comenzado el día 2, y que nuevamente Pichilemu hizo de las suyas, pero esta ves el despertar tarde fue allá, y no en Santiago. Tuvimos que salir volando, y a medio día.

YA LLEGARÉ A TI Y SALDRÁ TODO BIEN! 

ES UNA PROMESA!

Se avecinaba un nuevo fin de semana largo, y con ello una nueva posibilidad de viaje, la cual se venia planeando desde febrero; Una modalidad de viaje que sería anual, aprovechando las oportunidades de viaje que se podría realizar sabiendo que el fin de semana es fijo entre marzo y abril, ver un grupo de destinos que estuvieran cerca y aprovechar al máximo los días e incluso recorrer los sectores aledaños, era la idea que se sentía cada vez mejor mientras se acercaban los días.

Llegado el momento el viaje seleccionado fue un tramo de 3 días: Pichilemu - Constitución - Santiago.- verifiqué la ruta y nos fuimos. Era Viernes por la mañana y apenas tomamos la moto, tomamos autopista del Sol y tomamos rumbo a Rapel. Aprendimos de la vez anterior y nos dirigimos directamente a nuestro destino y seguimos a un mejor ritmo de viaje, todo esto con solo un café en el cuerpo.

Hicimos las desviaciones necesarias, y no tuvimos vacilaciones en acortar los tiempos a lo menos posible. Pasamos por lugares hermosos, y bueno, Rapel siempre lo es, los sectores en los que parece que no hay nada, y la Ruta 66 siempre son un espectáculo, pero en esta oportunidad nos desviamos pasado Santa Julia, con dirección Ruta H888, y cambio de dirección hacia I-330-H fuerte y derecho hasta Santa Cruz, para tomar desayuno como corresponde. Llegamos y los recuerdos no tardaron en aparecer, aquí se celebra la feria vinícola Del Valle de Colchagua, donde hay grandes expositores del sector, y artesanía típica de la zona, un dato que es imperdible en la zona.

Recorrimos el centro de la ciudad, y el ambiente es de tranquilidad absoluta, no hay Nada que perturbe esa tranquilidad, no se si será que todo estaba así por el día festivo, o si todo era permanentemente así, pero lo que si es cierto, es que su paz fue envolvente y daban las ganas de permanecer ahí por al menos un par de días.

Luego de desayunar algo ligero, seguimos el rumbo al reencuentro de la Ruta 90, y al reencuentro de como correspondía a Pichilemu, el lugar de mi siguiente destino…

El final se acercaba, se veía venir. Adentrándose en el día el tiempo era oro, y por es por esto que, había que recorrer la ciudad, ya que no se iba a poder hacer quizá hasta quién sabe cuándo.

Estando cerca del centro de la ciudad hicimos un tour autoguiado con la ayuda del bueno de Google Maps, quien nos indicó los lugares de Interés general. La primera parada fue el kiosko Roca, elegida como la mejor picada de Chile, a comer su choripán en hallullas y leche con plátano (Pruébenlo, no se arrepentirán) yo mismo tenía prejuicios infundados del mismo, pero si estuviese ahí nuevamente, iría sin pensarlo tanto, y es más, compraría para todo el día.

Lamentablemente, la plaza de armas estaba cerrada por reparación y no pudimos pasar a besar la pata del indio, tradición indiscutida para volver en buenos términos a la zona.

Fuimos al mercado municipal de Punta Arenas, y probé el exquisito ceviche de salmón y camarón. Un manjarsh que recomiendo al 100%

Dentro de lo mágico que es la zona, finalmente encontramos lo que nos faltó: su reconocidas ráfagas de viento, que si bien sólo tuvimos la suerte de encontrarnos con ráfagas de 40-60 km/h fueron lo suficientemente fuertes para entender por qué ahí la gente nos dice alaracos a los santiaguinos. Y lo comparto 😅

Partimos a la sofri, parada obligada a todo paso por Punta Arenas, lugar que todo está sin impuestos, Del cual me lleve al menos un par de sorpresas.

Luego de las compras de rigor, llego el tan inesperado momento, el momento de decir adiós. El momento que nadie quiere aceptar, y en estado de negación partimos a la realidad, el tener que volver a trabajar, volver a la rutina, y como no, pensar en el próximo viaje. Teniendo como añoranza todo lo vivido, todas las anécdotas entregadas, y con el corazón lleno de alegría.

Es en este preciso instante donde dije: “Debo volver, sin importar cuánto tiempo pase, ni cómo llegue, pero lo haré”.- 

Era el 22 de enero, tomamos un bus bien temprano para aprovechar el día de vuelta a Punta Arenas. Era el volver al punto mítico de hace años, y del inicio de este viaje. Ahora si, admirando el viaje hacia el sur de la Ruta 9, la cual no tuve la oportunidad de apreciar el paisaje en el viaje anterior y hacer un pequeño experimento, ya que en las Torres del Paine no existe señal ya que soma solo a ratos, quise ver si pasaba lo mismo en la Ruta 9, y pues si. Existen muchos tramos en los que ciertas compañías telefónicas están muertas, por lo que en caso de alguna emergencia puede ser la guinda de la torta de una mala pasada: imagínate en una situación en la que estas En panne, necesitas auxilio y no tienes señal. Entre Pto Natales y Pta Arenas hay 3 horas de viaje en vehículo, el ir caminando no es una opción.

Llegamos a Punta Arenas pero esta vez ya teníamos donde llegas así que partimos de lleno a dejar las cosas y nos fuimos a recorrer. Acá era igual que en Natales: muerto a media tarde, por lo que pasamos a hacer un recorrido por mientras que hacíamos hambre para el almuerzo. Conocimos el cerro de la Cruz, pasamos por el cementerio de Punta Arenas y entendimos porqué el cementerio es de lo más visitado.

Se hizo el hambre y pasamos a un restaurante que cerraba ese día de la semana pero por la cantidad de personas que habíamos nos atendieron de forma excepcional. ¿El almuerzo? Cordero Magallanico al horno. Aprendimos un poco más de la cultura y nos fuimos. 

Si bien creíamos que iba a ser todo más rápido, y sería un día como el último que habíamos tenido en Puerto Natales, pues estábamos en un gran error. Desde ese lugar nos iríamos al fuerte Bulnes.

Teníamos las pilas Recargadas y la aventura llamaba, hicimos la primera detención en plena Ruta 9 al monumento a la mitad de Chile, punto donde hasta el extremo norte en la frontera con Perú, y al extremo sur en el polo sur, se encuentran la misma cantidad de kilómetros.

Seguimos el camino hasta punta Santa Ana, lugar que originalmente se había fundado Punta Arenas, pero la corrieron aproximadamente 45 kilómetros hacia el norte por donde finalmente construirían la misma Ruta 9. Por el peligro que significaba el tener a la gente en ese mismo lugar, en el que se situarían batallas de guerra.

En este mismo concepto es que se funda El Fuerte Bulnes, en 1843 y quedando abandonado hasta que en 1943 se reabrió como el museo que es hoy en día.

El mismo que, al día de hoy está en constantes remodelaciones y trabajos de conservación, a su vez tiene muchísimo valor histórico, el cual en tanto, recibe a los visitantes con las ganas de mantener un recinto sin igual.

El Fuerte tiene cañones, casetas, una capilla y más cosas del mismo tiempo, flora autóctona, y una vista completa al estrecho de Magallanes. 

Nos devolvimos sin antes conocer un dato de un lugar olvidado, del cual no hay camino, pero el llegar ahí es un secreto a voces de la zona:

Llegando al camino, hay que desviarse por la orilla del mar, en el que la roca volcánica se hace notar tan fácilmente como impresionante, se verá una especie de subida un tanto dificultosa, en la cual se ve un homenaje a Don Jesus Veiga Alonso, con una vista maravillosa.

Ese hito marcaba el final del día, era momento de regresar y recargar energías. Que en realidad, el viaje estaba acabando.